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BIRDMAN (O LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA)

birdman

Mientras una nueva generación de directores mexicanos en la que militan MARIANA CHENILLO, YULENE OLAIZOLA, RIGOBERTO PEREZCANO, PEDRO GONZÁLEZ RUBIO o MICHAEL ROWE, entre otros, (todos ellos acostumbrados a exportar y mostrar el cine mexicano en los Festivales de San Sebastián, Cannes, La Habana, Miami…) pide paso, la primera división del cine mexicano, la más internacional, no para de regalarnos cintas que cada vez son mejores, ya sea abrazando el entretenimeinto puro y duro de la mano de GUILLERMO DEL TORO (PACIFIC RIM, 2013), llevando a los límites y mejorando los recursos fílmicos de la mano de ALFONSO CUARÓN (GRAVITY, 2013) o directamente avanzando y progresando en su propia narrativa. Y esto último es lo que ha conseguido ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑARRITU con BIRDMAN, sortear un bucle discursivo que amenazaba con estancar su carrera como director. Con BIRDMAN, IÑARRITU se aleja de su cine más reciente, excesivamente monótono en cuanto a planteamiento (historias cruzadas y un festival de desgracias casi inverosímil), para humanizar, despojando de todo rastro de glamour, la propia industria del espectáculo (en este caso el cine y el teatro) a través de una galería de personajes que adivinamos más comunes de lo que nos gustaría, engranajes de una maquinaria intratable y caprichosa que solo se preocupa por la rentabilidad y los gustos del gran público.

El empeño de Rigan Thomson, un actor que vivió sus mejores años interpretando a Birdman, un superhéroe celebrado y recordado por el público, en sacar adelante una obra en el exigente circuito de Broadway es el punto de partida para que BIRDMAN apenas pase de puntillas por el escenario y se adentre más allá de las bambalinas, dejando atrás el espectáculo, para dejar flotar la cámara mientras explora con una libertad de movimiento absoluta los pasillos y los camerinos del teatro, espacios en los que nuestros personajes se mueven totalmente desnudos. Vulnerables. Víctimas de sus inseguridades y su fragilidad, al fin y al cabo, como cualquiera de nosotros.

BIRDMAN arremete contra todos. IÑARRITU da forma a una incisiva radiografía de la industria en la que nadie sale bien parado: actores, con sus complejos, sus egos, su miedo al fracaso, su terror a caer en el olvido, y su constante (y estresante) dependencia de los ratios de taquilla; industria, más preocupada por los resultados y la publicidad que por concebir productos de calidad; los críticos, que purgan sus carencias y limitaciones destrozando sin remordimientos la carrera de todo actor que no les baila el agua; y el propio público, que tampoco sale nada airoso al ser acusado de consumir teatro en muchos casos más por postureo que por cualquier suerte de inquietud intelectual. Nadie se salva. Y todo esto, como no podía ser de otra manera, es inyectado sútimente por IÑARRITU a través de píldoras muy irónicas y sarcásticas que funcionan de maravilla durante todo el metraje, asegurando una buena colección de momentos en los que será bastante difícil no sonreir, momentos necesarios en BIRDMAN porque en ella no hay un sólo personaje que no despierte nuestra compasión.

Sin duda alguna el aspecto más sobresaliente es el excelente nivel interpretativo de todo el reparto. Estamos hablando de un MICHAEL KEATON que ya habíamos olvidado (atrás, muy atrás quedó la década de los noventa) y de EDWARD NORTON, EMMA STONE y NAOMI WATTS, todos ellos al máximo nivel como cabeza de reparto. Hasta el resacoso ZACH GALIFIANAKIS sorprende y deja muy buen sabor de boca. Porque las interpretaciones que disfrutamos en BIRDMAN son uno de los pilares de la cinta, y suponen uno de los trabajos corales más potentes que hemos visto en el cine reciente. Porque BIRDMAN son líneas de diálogo, son expresiones faciales y son las miradas de unos personajes que anhelan otra vida. En BIRDMAN no hay maquillaje y todos personajes sudan sus miserias por cada uno de sus poros.

El otro pilar de la cinta, el otro elemento que servirá para que BIRDMAN se acomode en la memoria cinéfila del espectador es su concepción visual. IÑARRITU, a su paso por Venecia (donde presentó el filme a nivel mundial) defendía el plano secuencia como una herramienta natural en manos del realizador argumentando que las personas, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, vivimos en un plano secuencia diario. Bajo esta premisa el director mexicano reta a su compadre CUARÓN en esto del más difícil todavía y monta un filme en clave plano secuencia para que el espectador acompañe a Rigan como si fuésemos el propio Birdman (esa voz interior que machaca y anula el poco amor propio que sobrevive en nuestro protagonista) en un notable esfuerzo de planificación que termina por otorgar a la película de IÑARRITU el espíritu intimista necesario para conferir naturalidad y veracidad a los personajes y a sus realidades.

No tan arriesgada como pueda parecer a primera vista, BIRDMAN es un filme muy inteligente, que ha sido diseñado y ejecutado con mucha precisión. El conjunto bien puede suponer una expiación del propio director y su reconciliación con el mundo real, con la vida que todos padecemos y sufrimos. Sin excesos ni abusos. Real, cruda y melancólica como la vida misma.

LO MEJOR:

  • Todas las interpretaciones en general y MICHAEL KEATON en particular, que acepta un papel que bien podría ser tan real como su propia carrera.
  • Las transicciones temporales a través de fantásticos planos que avalan el dominio de IÑARRITU en el campo de la narrativa audiovisual.
  • La conversación entre Rigan y la crítica de cine en la cafetería, que casi roza el monólogo. Genial.
  • La frescura que insufla BIRDMAN a la oferta cinematográfica actual.

LO PEOR:

  • A algunos espectadores les costará un poco acostumbrarse a la cámara de IÑARRITU.
  • Que resulte tan complicado que propuestas como BIRDMAN lleguen a las carteleras.
  • Esa última secuencia…

Alfonso Caro

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.