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BIBLIOTECA: LA CHICA DANESA

 

 

Las adaptaciones cinematográficas de obras literarias se han convertido últimamente en esa costumbre que muchos se empeñan en venerar, mientras que otros ya acuden al cine con el hastío propio de aquel que echa en falta ideas nuevas y aborrece la conversión de las páginas de un libro en imágenes que, en demasiadas ocasiones, ni de lejos tienen que ver unas con otras. La insistencia en llevar a la gran pantalla lo que un libro cuenta es tan común que a nadie le extraña a estas alturas del juego que las historias adaptadas terminen por resultar mediocres e, incluso, que provoquen esa vergüenza ajena que algunos sufrimos en un silencio sepulcral. Esto se resume en que pocas veces asistimos a milagros audiovisuales dignos de ser venerados y, por supuesto, LA CHICA DANESA no podía suponer una excepción.

DAVID EBERSHOFF debutó al convertir la vida y (verdaderos) milagros de Lili Elbe en literatura. Pero tengamos en cuenta una aclaración previa: LA CHICA DANESA no es una biografía. Las intenciones de despertar en el lector un sentimiento de homenaje se ven nubladas porque, al fin y al cabo, esta es una novela en la que se cuenta una historia. Sin más. Sin ninguna pretensión que vaya más allá de la narración de unos  hechos que se inspiraron en un caso real que actualmente parece desconocido. O es que pecamos de ingenuos y eso es lo que EBERSHOFF quiere hacernos creer. LA CHICA DANESA por supuesto que es un homenaje. Sería inútil empeñarse en negar lo obvio y convertir sus 350 páginas de extensión en una historia de amor y desamor como tantas otras se han escrito y han pasado directamente al olvido. Por ello, el libro está inspirado libremente, sí, en el matrimonio de Einar y Greta Wegener y los tremendos obstáculos a los que se enfrentó el primero para lograr convertirse en quien realmente era, pero es también el acercamiento al gran público de la tremenda y necesaria historia de quien desafió a las convenciones que tanto se impusieron en el pasado (y tanto daño hicieron, todo hay que decirlo) por conseguir aquello que otros no se atrevieron a intentar.

 

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No obstante, y en un alarde de empezar la inevitable comparación entre libro y película, lo cierto es que los tropiezos del largometraje son una consecuencia directa de la exposición de algunos hechos en la novela. DAVID EBERSHOFF nos da datos del (interesante) pasado de los personajes que TOM HOOPER no se molesta siquiera en mencionar en un largometraje que se queda tan corto que muchos espectadores se habrán preguntado a qué vienen ciertos momentos de LA CHICA DANESA y qué tiene que ver con lo que estábamos tratando. Pero aquí lo curioso no es la conversión de la literatura en elemento audiovisual. Son mínimos los casos en los que la adaptación literaria haya contentado a todo el mundo y no haya habido violentas batallas dialécticas en la puerta de los cines y, al fin y al cabo, nunca llueve a gusto de todos ni todas las conversiones literarias provocarán una sonrisa de satisfacción general. Sin embargo, aquí no se trata de que el libro sea mejor que la película, ni se trata de que EBERSHOFF haya hecho de la valentía de Lili Elbe una historia de ficción (no olviden esto si tienen la intención de sumergirse en las páginas de LA CHICA DANESA). La cuestión es que la película cumple a medias las expectativas que cualquiera crea en su cabeza y que, no lo nieguen, todos esperan que se hagan realidad, mientras que el libro es la demostración de que hay vidas que merecen ser compartidas, aunque suponga ceder un espacio a la extrema imaginación del autor.

 

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EBERSHOFF es el ejemplo perfecto para ilustrar la hilaridad a la hora de dar forma a una historia que, aún con el aliciente del por lo visto permanente basado en hechos reales, bien podría tildarse de ficción si nos situamos en la época en la que estos acontecimientos ocurrieron. Pero, con todo, no deja de ser precisamente la maravillosa valentía de Lili Elbe la que sostiene el peso constantemente y la que hace que leer LA CHICA DANESA sí merezca la pena, aunque sea por el no tan simple hecho de hacer conocida una cuestión en la que la sutileza y la elegancia priman por encima del carácter literario. No deja de ser admirable lo que el libro cuenta, por supuesto, pero tampoco deja de ser digno de alabanza lo que se puede extraer tras la lectura de lo que se convierte en un debut que acerca la necesaria metamorfosis a quienes no consideran necesario convertirla en literatura.

Lo más recomendable, y quizá lo más sano, sería evitar caer en la tentación de comparar, disfrutar de un libro enormemente interesante y de un largometraje que resulta bellísimo a la vista. Pero esto, por mucho que haya un esfuerzo detrás, es inevitable. ¿Es la novela mejor que la película? Definitivamente, sí. ¿Tanto una como otra son necesarias? Rotundamente, no. No obstante, la pérdida de tiempo es relativa y no hay mejor juez que aquel que se sienta a deleitarse de la mejor manera posible con lo que las páginas y la pantalla puedan ofrecerle.

 

 

Sheyla López

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